7.19.2006

Te daré mil hijos

Fernando se fué y nació un nuevo hijo. Pero sobre todo un hijo mio.
Se llama Leonardo.
¡Leonardo, vieni qui! ¿Sai che il tuo nome e per l´uomo che ha abuto la curiositá piú grande del mondo?
Le acaricio la cabeza y se va. A Leonardo empecé a hablarle en italiano la noche que decubrí que eso lo hacía dejar de llorar. Eso y unas viejas ninne-nanne, canzonete italiane per fare dormire ai ragazzi. Fue la primera vez que me dirigió una mirada atenta desde que llegó del hospital.
A leonardo comencé a leerle la Breve Historia del Mundo cuando cumplió seis años y terminó de leerla él mismo a los nueve. Y como su padre, se dedicó entonces a comporbar por sí mismo, sobre sí mismo y a anotarlo todo en incansables cuadernos que él sólo puede entender.
Un día dejé mis lentes apoyados sobre unos apuntes, en la mesa de la cocina. Cuando regresé, Leonardo los sostenía con las dos manitas contra su nariz. Se los quitó, volvió a tener ojos humanos, los dejó en la mesa y dijo muy serio:
"quiero anteojos, mamá"
¿Pero para qué hijo? Tu vista está perfecta.
"quiero ver más.."


"(...)Era zurdo y escribía con una letra diminuta y vuelta al revés que resulta imposible de leer. Esto le vino muy bien, pues en aquel tiempo no dejaba de ser peligroso tener opiniones independientes. "
Ernst Gombrich, Breve Historia del Mundo.