8.27.2006

Domingo 1


Claro, los agujeros son agujeros y se sienten como agujeros. No hay nada más que hacer. Y los domingos, los agujeros crecen, se empiezan a tragar los muebles de la casa, los libros, la heladera. Estuve muy ocupada desde la mañana, pero el domingo me esperaba agazapado. Salta sobre mí y los agujeros empiezan a crecer, me dejan cubierta de mocos y lágrimas, transformándome en un pequeño mar pegajoso. Un pantano marino, con algas en el pelo, pedacitos de caracol pegados en los párpados y un sapo sentado en la falda. Y son tantos (los mocos, las lágrimas, los sapos) que me siento en el medio del living a sonarme la nariz con los toallones de la casa.
Cuando el agujero llega hasta el pasillo, hasta el pallier del edificio, cuando está a punto de tragarse la cuadra, el domingo y a mi…
Entonces, suena el teléfono
No sonaba desde hace tanto un día domingo, que no lo reconocí.

-¿Hola?
-Buenas noches, quisiera hablar con Mar.

-Buenas noches… ¿quién es?

-Mi nombre es Jim, soy del grupo de Viajeros de Autostop Argentina.

-Ah, hola. Con ella habla –mocos- ¿quién le dio mi número? ¿nos conocemos?

-No, no nos conocemos. Recibí una llamada internacional de Montaño Valencia. El estuvo en algunas reuniones de nuestro grupo, lo hospedamos durante un tiempo. Él me dio su nombre y su número, me pidió que la llamara para pedirle que asista a la reunión de este domingo. Puedo pasar a buscarla, es en San Telmo. No hay ninguna formalidad y Montaño dijo que necesitaba distraerse.

-Gracias por llamar Jim y sí, creo que me hace falta un poco de aire.

-¿Paso a buscarla?

-Será un gusto.

Un grupo de viajeros donde Montaño pidió asilo como a una logia secreta. Secreta pero que está a la vista de todos. Se reúnen en un pequeño bar de sillas viejas y cálida luz. Los viajeros sabrán del dolor de los amores de viajeros, en especial los de diferentes rumbos.
Aunque saber… saber no cambia nada. Espero que sepan cómo detener la voracidad del agujero.