Domingo 1

Claro, los agujeros son agujeros y se sienten como agujeros. No hay nada más que hacer. Y los domingos, los agujeros crecen, se empiezan a tragar los muebles de la casa, los libros, la heladera. Estuve muy ocupada desde la mañana, pero el domingo me esperaba agazapado. Salta sobre mí y los agujeros empiezan a crecer, me dejan cubierta de mocos y lágrimas, transformándome en un pequeño mar pegajoso. Un pantano marino, con algas en el pelo, pedacitos de caracol pegados en los párpados y un sapo sentado en la falda. Y son tantos (los mocos, las lágrimas, los sapos) que me siento en el medio del living a sonarme la nariz con los toallones de la casa.
Cuando el agujero llega hasta el pasillo, hasta el pallier del edificio, cuando está a punto de tragarse la cuadra, el domingo y a mi…
Entonces, suena el teléfono
No sonaba desde hace tanto un día domingo, que no lo reconocí.
-Buenas noches, quisiera hablar con Mar.
-Buenas noches… ¿quién es?
-Mi nombre es Jim, soy del grupo de Viajeros de Autostop Argentina.
-Ah, hola. Con ella habla –mocos- ¿quién le dio mi número? ¿nos conocemos?
-No, no nos conocemos. Recibí una llamada internacional de Montaño Valencia. El estuvo en algunas reuniones de nuestro grupo, lo hospedamos durante un tiempo. Él me dio su nombre y su número, me pidió que la llamara para pedirle que asista a la reunión de este domingo. Puedo pasar a buscarla, es en San Telmo. No hay ninguna formalidad y Montaño dijo que necesitaba distraerse.
-Gracias por llamar Jim y sí, creo que me hace falta un poco de aire.
-¿Paso a buscarla?
-Será un gusto.
Aunque saber… saber no cambia nada. Espero que sepan cómo detener la voracidad del agujero.